Cuántas veces la seguridad de poseer algo, nos hace renunciar a la oportunidad de conseguir mucho más. Estar atado a lo seguro se convierte muchas veces en mediocridad, fracaso y monotonía, nos dificulta conseguir nuevos éxitos y nos hace renunciar a cambios, sueños y metas.
Fue en el año 335 AC, al llegar a las costas de Fenicia, Alejandro Magno debió enfrentar una de sus más grandes batallas. Al desembarcar comprendió que los soldados enemigos superaban en cantidad tres veces mayor a su gran ejército. Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha. Habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con aquellos guerreros invencibles.
Cuando Alejandro Magno hubo desembarcado a todos sus hombres en la costa enemiga, dio la orden de que fueran quemadas todas sus naves. Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo: «Observen como se queman los barcos. Esa es la única razón por la que debemos vencer ya que si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con sus familias nuevamente ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla ya que solo hay un camino de vuelta y es por mar. Caballeros: cuando regresemos a casa lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos».
Ningún camino es demasiado para un hombre que avanza decidido, teniendo claros sus objetivos.
El ejército de Alejandro Magno venció en aquella batalla regresando a su tierra a bordo de los barcos conquistados al enemigo.
Apartar lo que nos lo impida y enfrentarse sin volver la espalda jamás, son tareas a seguir para alcanzar la meta perseguida.
